Está calientito y no tengo que compartir el café.
Tengo unos pingüinitos marinela que me regaló un amigo de Perú y si me pongo las pilas alcanzo los chocolates de Rapanui que me regalaron.
Intento, intento, pero no logró escuchar lo que sucede afuera.
No quiero escuchar lo que sucede afuera.
Hay algo que me molesta en la pierna.
Meto la mano en el bolsillo (prohibido olvidar el privilegio de ser mujer y tener bolsillo en el jean) y tengo la tarjeta sube incomodando
¿Por qué guardo una sube?
Ya estoy más ligera.
Pedí empanadas, necesito el saborcito de la masa de La Payada para cerrar la noche.
Las empanadas van a llegar porque la llave está afuera, ellos si pueden abrir.
Yo no, no quiero salir, quiero quedarme aquí, en mi lugar, donde los monstruos se vuelven pequeños y puedo escribir más de tres mil caracteres junto a siete personas con las que comparto un sueño, ganar el Mundial de Escritura.
Somos 8 almas presionando teclas al mismo tiempo desde países diferentes tejiendo pensamientos y emociones.
Y compartimos un poco más acá…
Con amor,
Ray.