Fueron 2 semanas de mucho escribir. El año pasado participé en un mundial de escritura. Fue una locura en la que jamás pensé que estaría.
Me despertaba a las 6am para conocer la consigna del día y tenía 24 horas para entregar el cuento.
2 semanas con el desafío de escribir sin parar en las que me encontré con una parte muy bonita de mí: dejar que hablé algo más que mi ego (no había tiempo para el perfeccionismo).
Hubo un día particular en el que sentía que mi corazón era de cartón atravesando una trituradora de papel y en el transcurso de que se convertía en trocitos sólo conté lo que me decía su vocecita que se escuchaba a lo lejos.
Una historia de un desplazamiento que quebró la magia que quedaba en mí
23 de diciembre de 2021
Acordamos encontrarnos en Olivos. Era nuestro punto medio. En ese momento yo vivía en Colegiales y él en Victoria. Pocas veces lo había sentido tan seguro de que sería bueno vernos de nuevo. Se había cumplido más de 1 año desde aquella conversación en la decidimos ponerle fin a todo lo que habíamos construido. Fue un final cuidado. Cuando digo ‘’final cuidado’’ me refiero a que fue honesto, asertivo y se sintió como una caricia.
Perdí el enfoque, ya no quiero seguir trabajando y aún son las 3, me quedan 3 horas de jornada. Pero, trabajar en casa me permite irme cuando quiera, no voy a mentir. Así que ya se terminó la jornada y mi estómago se siente raro. Estoy nerviosa. La verdad no sé si esto sea lo correcto y no sea una vez más una dinámica autodestructiva para mi alma. No sé muy bien cómo me siento, tampoco quiero ahogarme y juzgarme. Quiero vivir.
17:00 hs. Estación Belgrano C.
Es la primera vez que voy a Olivos. No tengo ni la más mínima idea de qué queda cerca, cuáles son los mejores lugares para merendar, ni si hay alguna persona icónica que viva por allí. Faltan 15 minutos para que llegue el tren y pueda verlo. Tengo mucho miedo de que me vea y se vaya. Tengo mucho miedo de llegar y que no llegue.
17:30hs. Estación Jorge Luis Borges. Olivos.
Llegué mucho tiempo antes del que habíamos acordado para que él me esperara en la estación. Y, no sé si fue por mis problemas de puntualidad o por miedo a bajarme en la estación y que él esté plantado ahí esperando. Me vine a ‘’Borges Station’’ porque fue lo más simpático que me mostró Google Maps y me parece absurdamente mágico. Hay mesitas en la estación. Podés bajar y encontrarte a personas merendando. No había visto algo tan bonito como esto. Mientras espero dibujo. Dibujo las ventanas, las puertas, la mesera, las tazas, otra ventana. Disfruto infinitamente de replicar lo que veo a mi alrededor e inyectarle mi impronta. Lo ví. Ahí viene, pero me estoy haciendo la desentendida y sigo dibujando. No puedo sostener la mirada. Llegó. Lo tengo parado justo a mi lado y no logro levantar la cara y saludarlo. Qué difícil fue este reencuentro. Me perdí en ese abrazo. Pedimos exprimido de naranja. Nunca pido exprimido de naranja para merendar, él tampoco.
Estuvimos horas hablando de todo lo que habíamos hecho en ese año que no hablamos y no nos teníamos en redes. Salimos a caminar y entre Jacarandas me pedía que me detuviera para tomarme una foto, le digo que ‘’no’’, me dice ‘’porfa’’. Me detengo. Guarda la foto para él. En ese momento no sabía que luego esa foto pasaría a ser parte de su mesita de noche, como el recuerdo más bonito. Se terminan las Jacarandas y llegamos a un lugar inundado de girasoles. Aquí el tono cambió y su cara ya no estaba tan cómoda. En medio de los girasoles me tomó la mano sin decir nada durante 1 kilómetro. Hacíamos contacto visual por momentos, de ese contacto penetrante e inconcluso. Ese contacto que no sabes si te pertenece, si quiere estar. Si está por salir corriendo o te está eligiendo. El recorrido de los girasoles llega a su fin y chocamos con las vías de un tren. Nos tenemos, nos vemos a los ojos y compartimos una mirada de seguridad. Éramos cómplices de querer irnos. De soltarnos la mano e ir en busca de un amor más liviano y más sencillo. A los dos nos invade una inmensidad que no podemos sostener y lo sabemos.
Por un instante cerramos nuestros ojos, respiramos, nos sostuvimos y elegimos seguir nuestro rumbo sin rumbo. No sabíamos hacia dónde caminamos. Llegamos a una pizzería que huele a que vamos a tener una gran cena. Además, somos vegetarianos, no tendremos conflictos para elegir y compartir. Nos sentamos una enfrente de la otra. La verdad hubiese preferido tirarme de parapente que vulnerabilidad tan mugrienta la de tener enfrente a alguien que amas. Terminó el momento de la cena. Salimos a la avenida y nuestras miradas eran diferentes. Ya eran cómplices de permanecer, ser eternas. Caminos durante horas por todo Olivos. Planeamos actividades por los próximos 3 meses.
Está obsesionado con que conozca a su gato. Sabe que me dan miedo, pero está convencido de que con el de él será distinto. Queremos ver juntos enredados. También ir al Ateneo y compartir nuestros libros favoritos. Lo invité a casa a merendar, pero insiste. Quiere que primero conozca a su gato. Nos besamos. Nos perdimos. Nos besamos. Volvimos a la estación. Ilusos. El tren no trabaja a esta hora. Caminamos a la parada del colectivo. Esperamos el 15. Justo el 15 se demora una banda. Nos prometemos cumplir todo sumergidos en abrazos.
17:40hs. Estación Jorge Luis Borges. Olivos.
¡Wow! Llegó su mensaje.
‘’Ray, perdoná, lo mejor es que lo dejemos acá. No creo que reencontrarnos sea lo mejor. No quiero hacernos más daño’’.
¿Fin?
Lei esto mientras desayunaba y vivi todas las emociones en 2 min🥹
Yo no estoy llorando
Yo no estoy llorando